Nota del editor: Puedes leer la versión en ingles de este artículo aquí.
Traducción de Michelle Rivera Garfio
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Nota editorial: Todo el contenido de la sección de opinión sólo refleja las opiniones del autor mismo y no representa una postura adoptada por el Collegian o su consejo editorial.
A muchos estadounidenses les gusta considerar a los Estados Unidos como el mejor país del planeta. Mientras pueda tener sentido en algunos aspectos, en el contexto de la cultura deportiva y la fanaticada, ese simplemente no es el caso.
A través de los Estados Unidos en cualquier época del año, es probable que la gente esté ansiosa por entrar al estadio deportivo más cercano. En los Estados Unidos, los deportes son una pasión y un amor y muchas veces fomentan el sentido de una familia.
Miras los EE.UU. y ves fanáticos de equipos como los Buffalo Bills y los Philadelphia Eagles que parecen darle un significado diferente de la cultura a los deportes. Tal vez pienses en el fútbol americano de la conferencia sureste (SEC) o el basquetbol de los elites con todas sus tradiciones.
Aunque algunos pueden llamarles locos a esos fanáticos por la medida en lo que han hecho, sólo unos pocos fanáticos toman este orgullo y lo convierten en un estilo de vida – algo que el resto del mundo parece ser capaz de capturar de una manera tan elegante.
Si vas a un partido aleatorio un martes por la noche en los Estados Unidos, lo más loco que puedes ver es una pelea de borrachos al azar entre dos fanáticos opuestos.
Si le echas una mirada a lo largo de la historia en algunos de los momentos más locos del fanaticada en los deportes estadounidenses, verás cosas como el Washington Dawg Pound derribando el estadio de los Cleveland Browns, una fanaticada universitaria derribando un poste de portería, y algunos otros momentos pero pocos y escasos.
En general, los fanáticos de EE.UU. van y se sientan en la mayoría de los partidos, a pesar de la importancia, algo que los fanáticos de los deportes extranjeros ni soñarían con hacer.
Si miras los grandes eventos como la FIFA o la Federación Internacional de Basquetbol no encontrarás a ninguna persona en las gradas que siente por un segundo ni mucho menos a uno que se siente en silencio, cómo podrías haberlo visto en el quinto partido de los finales de la NBA o el Super Bowl.
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Ni siquiera se puede encontrar eso en los partidos de la temporada regular de la Premier League o incluso el Eurobasket. Los fanáticos de otros países no solo se niegan a sentarse, sino que gritan cánticos que sin duda tienen mucho más efecto que las meras ovaciones que se encuentran en los Estados Unidos.
Muchos atletas extranjeros que vienen a los Estados Unidos comentan cuán diferente es la cultura.
Un ejemplo de esto es cuando Nikola Jokic, el centro de los Denver Nuggets regresó a Miami para desafiar a los Miami Heat por primera vez desde su incidente con Markieff Morris, el ex-delantero para los Heat, un incidente que causó que se perdiera 58 partidos.
El estadio local de los Miami Heat, el Kaseya Center, es conocido como uno de los más difíciles para jugar. Bleacher Report clasificaron el estadio como uno de los 10 lugares más ruidosos en donde jugar en el 2011, cuando se conocía como American Airlines Arena.
Sin embargo, a pesar de la lluvia de abucheos y sin duda de lo que parecía ser una hostilidad intimidante, Jokic dio una respuesta simple a la multitud de Miami.
“Juego en Serbia, hermano,” le dijo Jokic a un periodista después de su partido en Miami.
La pasión, el deseo, y la energía que los países fuera de los Estados Unidos aportan a su fanaticada han sido imposibles de crear aquí. Si no me crees, mira a los jugadores que han jugado profesionalmente en Estados Unidos y en el extranjero.
En el 2019, Joseph Casciaro dio varias entrevistas para The Score destacando algunas de estas historias.
En las entrevistas de Casciaro, el delantero P.J. Tucker les llamó “pandilleros” a los fanáticos extranjeros y el guardia Goran Dragic habló de comolos fanáticos se involucran tanto en los partidos hasta que lanzan cosas.
Cuando se escucha a los jugadores que tienen una vasta experiencia en los EE.UU. y en el extranjero, no debería quedar ninguna duda. Con demasiada frecuencia vemos a personas enamorarse de un jugador o de un movimiento, lo que hace que se unan al bando de un equipo, sin lealtad aparente.
Si recuerdas el año 2015, piensa en los días de los Carolina Panthers y de Cam Newton. Con demasiada frecuencia, me sentía como si estuviera viendo camisas de los Panthers en Colorado a pesar de que los Broncos ganaran el Super Bowl ese año.
Son los detalles pequeños como éstos —que no serían toleradas en el extranjero — que tienen a Europa y gran parte del mundo de líderes cuando se trata de establecer una cultura acerca de sus clubes deportivos profesionales.
Comuníquese con Damon Cook en letters@collegian.com o en Twitter @dwcook2001.